miércoles, 5 de agosto de 2009

Henri Cartier-Bresson

Uno de los grandes clásicos de la historia de la fotografía: Henri Cartier-Bresson, para muchos, el fotógrafo más importante de este siglo, el hombre que enseñó a sus contemporáneos a mirar a través de una cámara.

Nació el 22 de agosto de 1908 en Chanteloup-les-vignes, a las afueras de París.

Después de terminar sus estudios de pintura en 1927-1928 a cargo de André Lhote en Montparnasse y de frecuentar los círculos surrealistas parisinos, decide dedicarse a la fotografía. Es fotógrafo a sus 23 años en Costa de marfil, cuando recogería sus primeras instantáneas con una Krauss de segunda mano. Publicaría su reportaje el año siguiente (1931). De regreso a Francia, en Marsella, adquirió una cámara Leica, la cual quedaría asociada con su persona. En 1947, él cofunda junto a Robert Capa, Bill Vandivert, David Seymour y George Rodger, de los que probablemente hablaremos más adelante, la agencia Magnum y a través de sus viajes por el mundo definiría la fotografía humanista: visitaría así pues África, México, y los Estados Unidos. En 1936 realizó un documental sobre los hospitales de la España republicana y se convertiría más tarde en el asistente del cineasta Jean Renoir.

Formado en la Escuela nacional superior de Bellas Artes, abandona finalmente la fotografía en 1970 para dedicarse al dibujo. Un año antes de su muerte 2003, la Biblioteca Nacional de Francia le dedicaría una exposición retrospectiva, con Robert Delpire como comisario. Estos fondos son los que más tarde servirían para la apertura en el barrio parisino de Montparnasse de la fundación HCB, que asegura la buena conservación de su obra.


Me gustaría hacer una película...
Me gustaría hacer una película que mezclara mi vida, lo que tiene de privado, con mi trabajo que es público por definición, una película que mostrara cómo los dos polos de esta dicotomía se unen, se entrecruzan, se contradicen, luchan uno contra otro mientras se complementan, según los momentos.

No tengo la intención de dar una interpretación de mis fotografías, de atribuirles un sentido particular, un sentido histórico. Este tipo de
información no me interesa. Si acepto la melancolía y las dificultades ligadas al hecho de utilizar mi trabajo pasado, preferiría que esas antiguas fotos aparezcan en la película como aparecen hoy de la misma manera extraña y desarmada, pero parte integrante de mi contidianeidad.

Quiero utilizar esos recuerdos del pasado como objetos extraños, medio enterrados, venidos de otro tiempo, objetos dotados de una curiosa resonancia, portadores de información, de mensajes deseados o no, reales o no. Objetos que molestan, que cuentan, que se hacen los muertos y que a menudo justifican el interés que uno les dedica. Quisiera hacer un fotofilm, establecer un diálogo entre el movimiento de la cámara y el gel de la imagen fija, entre el presente y el pasado, el interior y el exterior, el adelante y el atrás. Una película para hornear en el contexto fangoso de la vida en Cap Breton, en Nueva Escocia y en Nueva York.

Dos casas, dos países. Dos puntos de vista. Uno fuera de la cultura, el otro lleno de ella. Uno como un refugio del otro. Ambos necesarios e inútiles. Uno rural, tan fuertemente natural que hace retroceder las imágenes que uno tiene en la cabeza y las hace anónimas, el otro que no es más que un escondrijo precario en medio de la la plaza del mercado donde mirar lo que ocurre en la calle es tan interesante como cualquier otra cosa.

Aunque - y precisamente porque mis fotografías flotan en la corriente de mi vida normal - en la película que propongo hacer, estas fotos serán una pausa en el flujo de la película, brechas para respirar un poco, ventanas abiertas sobre otro tiempo, otros lugares 
 Y por supuesto, habrá el habitual desfile de personajes: vecinos, coleccionistas de arte, abogados, porteros, ladrones, los que empaquetan y los que son empaquetados, algunos amigos también y necesariamente el invitado que no se esperaba.

A fin de cuentas, la foto en si misma no me interesa en absoluto. Lo único que quiero es retener la realidad una fracción de segundo".
Para Cartier Bresson es muy importante la idea de que la fotografía está en condiciones de producir una imagen fiel de la realidad, que es capaz de decir la verdad.

Siempre será un compositor admirable. Sonidos, signos, palabras... ¿qué importa el medio? En él, todo es pura búsqueda del equilibrio y la armonía. Rechaza cifras y fechas para deleitarse mejor con la sección áurea. El resto –técnica, luz, preparación– es mera literatura para aficionados a la fotografía.

Fotografiar es una manera de vivir.Es poner la cabeza, el ojo y el corazón sobre un mismo eje.







2 comentarios:

  1. Olé...! no podía faltar y el texto es muy bueno así como la selección de fotografías, de este hombre nos podríamos tirar días enteros viendo fotos suyas...pero me gusta mucho la selección...!!!

    Pd. Illa!! a este ritmo en dos semanas nos quedamos sin fotógrafos...jejejeje....

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  2. Pues qué se va a decir de este tipejo... ¡El puto amo! ¡El maehtro! Y además nació un 22, asín que...

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